miércoles, octubre 26, 2016

CONFÍA EN DIOS EN EL PELIGRO




Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió Su ángel y libró a sus siervos que confiaron en Él. Daniel 3:28

El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, en la provincia de Babilonia.  Y envió el rey Nabucodonosor a que se reuniesen los sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado. Y el pregonero anunciaba en alta voz  que al oír el son de la bocina, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado;  y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la bocina, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.  Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos.  Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Rey,  Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oír el son de la bocina, se postre y adore la estatua de oro;  y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo.  Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado.   

Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?  Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?  Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Entonces Nabucodonosor se llenó de ira y ordenó que el horno se calentase siete veces más. Y mandó a hombres para echarlos en el horno de fuego ardiendo.  Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama del fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego.  

 Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey.  Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses.  Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces salieron de en medio del fuego. Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían.

Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios.  Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia. Daniel 3.

Con ésta impactante historia nos damos cuenta de cómo Dios premia en público nuestra confianza y en Él.
Te invito a que como estos hombres tú seas ejemplo de integridad a Dios porque eso es lo que impactó a el Rey Nabucodonosor e hizo que abriera sus ojos a reconocer que hay un solo Dios Todopoderoso.

Recuerda que: Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. Mejor es confiar en Jehová. Que confiar en el hombre. Salmos 118:6,8.      
                                                   
 

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