Hay una frase muy conocida en México que dice que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y este dicho puede aplicarse perfectamente para todas aquellas familias que le creen y sirven a Dios.
La cabeza de la familia es el hombre, quien en la mayoría de los casos trabaja para el sustento diario de los suyos. Pero para que un hombre pueda desempeñar exitosamente su trabajo, sea cual fuere, necesita ayuda. Necesita alguien que lo apoye y aliente cuando las cosas parezcan difíciles, necesita alguien que le de el consejo preciso, una palabra de motivación y porque no, también una exhortación o reprimenda cuando sea necesario. Y esta ayuda no podría ser alguien más que su esposa, la mujer que Dios le dio como compañera para compartir su vida, para alcanzar juntos sus sueños, para formar una familia, y encaminarla en las cosas de Dios. La ayuda que siempre está cuando se le necesita, la ayuda que en oración a Dios pone su vida, la de su esposo e hijos en las manos de Dios, intercediendo para que Dios obre en las necesidades del hogar.
La Escritura dice que al ver Dios a Adán solo se dio cuenta que algo le faltaba, que era tanto el territorio y tantas las cosas con las que lo había bendecido, que necesitaba compartirlo con alguien que lo entendiera y lo apoyara. De tal modo que le dio a Eva como mujer para que no estuviera solo, para que fuera su ayuda idónea y perfecta.
Hombre, esposo, dale gracias a Dios por la mujer que te dio como compañera desde tu juventud, agradécele porque a lo largo de su vida han compartido éxitos y fracasos, recuerda que ha habido pruebas pero a pesar de ellas, han podido resistir y seguir en pie juntos, porque se han apoyado el uno al otro y han puesto su confianza en Dios, quien los ha sostenido y fue su plan maravilloso que estuvieran juntos para compartir su vida, tomados de la mano de su Señor.
Saludos cordiales, bendiciones
Maná para Eben-ezer
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