A Jesús vino un centurión romano pidiendo sanidad para
su criado. Cristo solo le contestó: yo iré y le sanaré.
Creer a esa declaración ya hubiese sido suficiente como
para regresar a casa y esperar el milagro. Pero no fue así. Este centurión se
humilló ante la personalidad de Jesús que exclamó: yo conozco la autoridad y se
dar órdenes, pero tú eres tan superior a mí que yo no soy digno de que entres
bajo mi techo. Solo di la palabra y mi siervo sanará… Está diciendo tu
autoridad es tal que aún las enfermedades te obedecen y se retiran.
Hermanos y amigos, no basta con saber que Jesús tiene
poder para sanar. Nos conviene humillarnos ante Él reconociendo su autoridad.
Dice la escritura en
2° Crónicas 7:14: Si se humillare mi pueblo,
sobre el cual mi nombre es invocado,
y oraren, y buscaren mi
rostro, y se convirtieren de sus malos
caminos; entonces yo oiré desde los
cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
Saludos cordiales, bendiciones
Maná para Eben-ezer
Templo Cristiano Eben-ezer
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