Los que oran son, para el predicador, como Aarón y
Hur fueron para Moisés, que sostuvieron las manos de aquel en alto y obtuvieron
la victoria en la batalla que tan
fervientemente les rodeaba (ver Éx. 17:8-16).
"Oren los hombres en todo lugar" (1 Ti.
2:8), éste es el cuidado del esfuerzo apostólico y la nota clave del éxito del
mismo. Jesucristo se había esforzado para hacer esto en los días de su
ministerio personal. A sus discípulos, les dijo:
"Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a
su mies" (Mt. 9:38; Lc 10:2).
Y dice también la Escritura: " también les
propuso una parábola sobre que es necesario orar siempre y no desmayar"
(Lucas 18:1). Por tanto, si Cristo lo
enseño así, ¿quiénes somos nosotros para pasar por alto este imperativo divino?
Oremos, pues, por el crecimiento espiritual de nuestros ministros, y la Iglesia
crecerá a la par de ellos.
Tomado del Libro: El Predicador y la Oración
Escrito por
E. M. Bounds
Saludos cordiales, bendiciones
Maná para Eben-ezer
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