miércoles, febrero 25, 2015

¿CÓMO AMAR A NUESTROS ENEMIGOS?



¿Amar a mi enemigo? Muchas veces he escuchado eso de predicadores, pastores, evangelistas, hombres y mujeres que le sirven a Dios pero hasta ahorita no he escuchado que digan cómo. Muchos dan el consejo y se van y nunca vimos un ejemplo viviente. He aquí algunas formas de amar a nuestros enemigos:

No agrediendo. Esto no quiere decir que no evitemos que nos agredan, implica no devolver el mal con otro mal.

Juzgar para restaurar y hacerles ver su mal proceder, sus malas acciones sin condenar (que no es lo mismo que juzgar <determinar si algo es bueno o malo ante Dios y a  la luz de las Escrituras>)

No tomar venganza por el daño recibido, aunque a veces las circunstancias de la vida nos pongan en bandeja de plata la oportunidad de hacerlo. La venganza es de Dios.

Perdonar en nuestro corazón el agravio recibido por amor propio, por el bienestar nuestro, por nuestra sanidad interna, por obediencia. No podemos evitar ser egoístas por naturaleza además de considerar el mandamiento de cuidar nuestros cuerpos (1 Cor 3:17). La falta de perdón daña más al que no perdona que al no perdonado.

Recordar que aquellos que nos odian y procuran nuestro mal, es porque no tienen realmente a Cristo en sus vidas y nos dañan por una de estas 3 simples razones: 1) Por maldad (envidia, celos, etc...) 2) Por nuestra causa (algo injusto les hicimos) 3) Por estrategia del enemigo de nuestras almas que los usa en contra nuestra.

De lo que debemos estar seguros es que la razón no sea la segunda causa, fuera de eso, Dios nos Fortalecerá para pedir por ellos. Al ejercer maldad, es obvio que no hay paz ni gozo en sus corazones, no conocen realmente a Cristo y eso es digno de compasión y misericordia.

Dado que necesitan a Cristo, necesitan de nuestra oración. Debemos desearles el bien como Dios Desea el bien para todos aunque Sabe que no todos lo buscarán. No confundir que la petición sea que se cumplan los deseos egoístas o mal intencionados de nuestros enemigos sino los deseos de Dios para ellos, que lo conozcan, que se reconcilien con Dios, que transformen sus vidas, se arrepientan y se conviertan.

Nadie dijo que fuera fácil, aunque sería menos difícil si logramos dejar que el Espíritu nos Dirija en nuestras oraciones y que Él intercediera con gemidos indecibles (Rom 8:26)

Este es uno de los temas más difíciles no de tratar o de compartir sino de vivir.



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Saludos cordiales, bendiciones

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