Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Deuteronomio 6:5
Pienso, que la mejor manera de amar a Dios, es por medio de nuestra obediencia y de nuestra fidelidad a Él.
El vivir de acuerdo a Su Palabra, el andar conforme a Su voluntad, es la mayor demostración de amor que el ser humano puede ofrecerle a su Creador. Y es que verdaderamente amamos a Dios, cuando dejamos que Él se encargue de nuestra vida. Amamos a Dios cuando permitimos que Él sea el centro en nosotros. Lo amamos cuando le damos el primer lugar. Le amamos no solo diciéndolo, sino que lo amamos en verdad, cuando se lo demostramos con toda nuestra manera de vivir.
Definitivamente amamos a Dios, cuando descansamos en Sus promesas, y dejamos que actúe a nuestro favor. Le amamos en medio de las pruebas, al saber que tiene cuidado de nosotros (1ª Pedro 5:7) lo amamos aun estando llenos de necesidades, confiando que Él suplirá cada una de ellas (Filipenses 4:19)
Como hijos amados, le amamos porque es nuestro Dios, porque es nuestro Padre, porque es nuestro Dueño. Le amamos porque Él es nuestro Todo.
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