Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero
toda su clemencia, para ejemplo de los
que habrían de creer en él para vida eterna. 1Timoteo 1:16
Mi
abuelo, mi padre y mis hermanos eran hombres duros a los que,
comprensiblemente, no les gustaba que los demás les «impusieran su fe». Cuando
a mi padre, Howard, le diagnosticaron un cáncer rápido y letal, yo estaba tan
preocupado que aprovechaba cada oportunidad para hablarle del amor de Jesús.
Inevitablemente, él terminaba la charla con un cortés, pero firme: «Sé todo lo
que necesito saber».
Prometí
no volver a plantear el tema y le regalé unas tarjetas que hablaban del perdón
que Dios ofrece, las cuales podía leer cuando quisiera. Entregué a mi papá en
manos de Dios y oré. Un amigo también le pidió al Señor que lo mantuviera con
vida lo suficiente como para que conociera a Jesús.
Una
tarde, me llamaron para avisarme que mi padre había fallecido. Cuando me
encontré con mi hermano en el aeropuerto, me dijo: «Papá quería que te dijera
que le pidió a Jesús que perdonara sus pecados». «¿Cuándo? —pregunté—. La
mañana en que falleció». Dios le había mostrado misericordia, como lo hizo con
nosotros (1 Timoteo 1:16).
A
veces, hablamos del evangelio; otras, contamos nuestra historia; y, aun otras,
simplemente mostramos a Cristo con nuestro ejemplo y nunca dejamos de orar.
Sabemos que la salvación es, al fin y al cabo, obra de Dios, y no algo que
nosotros podamos darle a una persona. El Señor es misericordioso y, sin
importar cuál sea el resultado de nuestras oraciones, podemos confiar en Él.
Tomado de: http://rbclatino.org/
Saludos cordiales,
bendiciones
Maná para Eben-ezer
Templo Cristiano
Eben-ezer
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