Algunas personas todavía luchan y se sienten culpables por lo que alguna vez hicieron o cometieron; por su pasado, por sus pecados y acarrean esa condenación ellos mismos, esa acusación. Mas cuando hemos venido a Cristo, somos una nueva criatura, las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17). Tenemos una nueva identidad y una nueva comisión. Jesucristo ya no nos condena ni nos recuerda nuestros pecados; sin embargo, nos pide una cosa: Ya no pecar más deliberadamente. Esto fue lo que le dijo a la mujer adúltera cuando se le encontró cometiendo ese pecado. Jesús la perdonó y no la acusó, pero le encargó que se apartara de esa vida pecaminosa (Juan 8:11).
No hay ninguna condenación para los que están en Cristo, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Romanos 8:1
Esa es la clave. Estar y andar en Cristo. Tener un corazón humilde y temeroso de Dios, que busca su Presencia y rostro, porque Dios no desprecia e corazón que se humilla. Salmos 51: 17
Al que se acerca a Dios, Él también se acercará a él. Santiago 4:8
Saludos cordiales, bendiciones
Maná para Eben-ezer
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