El ser justificados ante Dios y el ser perdonados por Dios no es lo mismo. Ser justificado en un tribunal no es lo mismo que ser perdonado. Ser perdonado entraña que soy culpable y que mi delito no se cuenta. Ser justificado implica que he sido juzgado y hallado inocente. Mi demanda es justa. Estoy vindicado. El juez dice, «Inocente».
La justificación es un acto legal. Significa declarar que alguien es justo. Es un veredicto. El veredicto de justificación no hace justa a una persona. Declara justa a una persona. Se basa en que alguien realmente es justo. Podemos ver esto con mayor claridad cuando la Biblia nos dice que, en respuesta a las enseñanzas de Jesús, el pueblo «justificó» a Dios (Lucas 7:29). Esto no quiere decir que hicieron a Dios justo (puesto que Él ya lo era). Significa que declararon que Dios es justo.
El cambio moral que experimentamos cuando confiamos en Cristo no es justificación. La Biblia usualmente lo llama santificación, el proceso de llegar a ser bueno. La justificación no es ese proceso. No es ningún proceso. Es una declaración que ocurre en un momento. Un veredicto: ¡Justo! ¡Recto!
La manera ordinaria de ser justificado en un tribunal humano es guardar la ley. En ese caso el jurado y el juez sencillamente declaran lo que es cierto en usted: Usted guarda la ley. Eso lo justifica. Pero ante el tribunal de Dios, no hemos guardado la ley. Por lo tanto, en términos ordinarios, no tenemos esperanza de ser justificados. La Biblia aun dice, «El que justifica al impío ... [es] abominación a Jehová» (Proverbios 17:15). Y aún más, sorprendentemente, a causa de Cristo, también dice que Dios «justifica al impío», que confía en
su gracia (Romanos 4:5). Dios hace lo que parece abominable. ¿Por qué esto no es abominable? O, según la Biblia dice, ¿cómo puede Dios ser «justo y, a la vez, el que justifica a los que [simplemente] tienen fe en Jesús?» (Romanos 3:26). No es abominable que Dios justifique al impío que confía en él, por dos razones. Una es que Cristo derramó su sangre para cancelar la culpa de nuestro delito. Así, pues, dice Hemos sido justificados por su sangre» (Romanos 5:9). Pero eso es solo la remoción del pecado. No nos declara justos.
Cancelar nuestros fracasos en mantener la ley no es lo mismo que declararnos guardadores de la ley. Cuando un maestro cancela de la lista un examen que obtuvo F, no es lo mismo que declararlo A. Si el banco fuera a perdonarme las deudas en mi cuenta, no sería lo mismo que declararme rico. Así también, cancelar nuestros pecados no es lo mismo que declararnos justos. La cancelación debe ocurrir.
Pero hay más. Existe otra razón, la justificación, es simplemente la cancelación de nuestra injusticia.
Es también el traspaso a nosotros de la justicia de Cristo. No tenemos una rectitud que nos ponga a bien con Dios. Lo único que un cristiano puede decir ante Dios es: «No teniendo mi propia justicia, que es por ley, sino la que es por la fe de Cristo» (Filipenses 3:9).
Tomado de: La pasión de Jesucristo de John Piper
Saludos cordiales, bendiciones
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