Generalmente, a menos que seamos doctores, no podemos hacer mucho cuando se trata de enfermedad; podemos acompañar a los enfermos y confortar a sus familiares, según nuestra cercanía y capacidad económica quizá aportar para los tratamientos; es decir nos pasa lo que a Pedro y Juan, cuando pasaban al templo y vieron a un hombre cojo, que por su discapacidad se ayudaba pidiendo limosna, ellos no contaban con capacidad económica, pero quisieron ayudar al hombre, no podían darle lo que no tenían, pero si compartieron el amor, poder y don sanidad que el Señor Jesús les había entregado. Quizá hoy en día, tú no seas un doctor, ni tengas capacidad económica para apoyar a los enfermos, quizá tampoco tengas el don de sanidad, pero eso no te impide no hacer nada… Lo que tenemos, hay que darlo!! Tienes tu tiempo para interceder en oración, tienes tus ganas para acompañar, tienes palabra de Dios que compartir y para consolar, para salvar, para que por fe de los mismos enfermos obtengan la sanidad.
Hay aún muchos enfermos que no conocen las buenas nuevas y promesas de sanidad que Dios nos ha dado, y hay muchos que necesitan el soporte de la oración para ver esas promesas cumplidas en sus vidas. Nos toca a nosotros repartir lo que nos fue dado, e interceder por aquellos que lo necesitan.
Saludos cordiales, bendiciones
Maná para Eben-ezer
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