viernes, junio 18, 2010

VARONES HABLANDO DE CRISTO


Todo mundo desea ser amado. La mayoría están de acuerdo en que la necesidad más fuerte del hombre es amar y ser amado. Ninguna barrera puede resistir la poderosa fuerza del amor, que es el amor de Dios: el más puro, el amor más profundo, expresado no mediante meras emociones sino como un acto de la voluntad, es el amor sobrenatural e incondicional que Dios nos tiene, revelado de forma suprema en la muerte de nuestro Señor Jesucristo en la cruz por nuestros pecados. Es éste el amor sobrenatural que Él quiere producir en nosotros, y a través de nosotros hacia otros, por medio de Su Espíritu Santo. Su amor se fundamenta en el carácter de la persona que ama y no en cuán digno es el de ese amor. “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” 1 Corintios 13:3

En otras palabras, nada de lo que hagamos por Dios o por los demás tiene valor a menos que esté motivado por el amor de Dios. Pero ¿Cómo se expresa esta clase de amor? El apóstol Pablo nos proporciona una descripción excelente: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Cor. 13:4-7)
Dios nos ama tanto que envió a Su hijo a morir por nosotros en la cruz, para que obtuviéramos vida eterna. Su amor no se basa en nuestro comportamiento. Cristo nos ama tanto que, aún siendo pecadores, murió por nosotros.
El amor de Dios por nosotros es incondicional e inmerecido. Él nos ama a pesar de nuestra desobediencia, de nuestra debilidad, de nuestras fallas y de nuestro egoísmo. Él nos ama lo suficiente como para proveernos un camino a la vida abundante y a la vida eterna. Desde la cruz Cristo exclamó: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Si Dios amaba tanto a aquellos pecadores, ¿podemos imaginarnos cuánto nos ama, ya que somos sus hijos por medio de la fe en Cristo y además que tratamos de agradarlo?
La parábola del hijo pródigo, tal como está relatada en Lucas capítulo 15, ilustra el amor incondicional de Dios por Sus hijos. Un joven le pidió a su padre que le diera la parte de la herencia que le correspondía, empacó sus pertenencias y partió a un pueblo lejano donde malgastó todo su dinero. Finalmente volvió en sí y se dio cuenta que los empleados de su padre al menos tenían comida. Por fin se decidió y regresó a casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se llenó de amorosa misericordia. Corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. Aún mientras su hijo estaba confesándole sus pecados, el padre lo interrumpió para ordenar y preparar una fiesta pues su hijo perdido se había arrepentido; había cambiado de modo de pensar y había retornado para ser nuevamente parte de la familia.
Dios demostró Su amor por nosotros aún antes que confesáramos a Jesús como nuestro Salvador, esta historia demuestra claramente que Dios continúa amando a aquellos que se han alejado de Él desviándose. En otra parábola vemos como el pastor sale en busca de Su oveja perdida. De esta misma manera Jesús ha salido en busca de nosotros. DIOS NOS AMA INCONDICIONALMENTE.




Cierto maestro de la ley le preguntó a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús contestó: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:36-40)
¿Cómo podemos alcanzar un nivel de amor tan elevado? Tenemos que meditar en dos consideraciones muy importantes que nos ayudarán a desear amarlo y agradarlo completamente. Primero, el Espíritu Santo ha llenado nuestro corazón con el amor de Dios, como lo prometió, en la carta a los Romanos: “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” (Rom. 5:5)
Segundo, meditando en los atributos de Dios y en las maravillas que Él ha hecho y está haciendo en cada uno de nosotros, entonces sentiremos que nuestro amor crecerá. Amamos a Dios porque Él nos amó primero.


No podemos demostrar a los demás el amor incondicional de Dios, a través de nuestros propios esfuerzos. ¿Cuántas veces hemos decidido amar a alguien? ¿Con cuánta frecuencia hemos intentado simular un sentimiento de amor hacia alguna persona? Basado sólo en nuestras fuerzas no se puede amar con el amor de Dios.
Por naturaleza los seres humanos no somos ni pacientes, ni amables. Somos celosos, envidiosos y jactanciosos. Es momento de reconocer que si queremos tener amor, es necesario que hagamos un alto en nuestras vidas y vayamos al trono de Dios, y ahí, es donde encontraremos la fuente del Amor incondicional.


El amor de Dios fue el que nos trajo a Cristo. Un amor así es el que puede sostenernos y animarnos cada día. Mediante Su amor en nosotros, es posible atraer a otros a Cristo. El amor de Dios estuvo expresado de modo supremo en la vida de Cristo.
¿Cómo entra ese amor en nuestra vida? Se hace nuestro en el momento en que recibimos a Jesús y el Espíritu Santo entra en nuestra vida. Dios es Espíritu y el “fruto del Espíritu es amor...” Cuando estamos controlados por el Espíritu Santo, podemos amar con el amor de Dios.
Cuando Cristo viene a nuestra vida y llegamos a ser cristianos, Dios nos proporciona los recursos para ser una persona diferente. Con la motivación, Él también nos da la habilidad. Él nos provee una nueva clase de amor.




Todo lo que tiene que ver con la vida cristiana, se basa en la fe. Amamos por fe, así como cuando aceptamos a Cristo por fe, así como cuando somos llenos del Espíritu por fe, y así como caminamos por fe. Si nos resulta difícil amar a otros, debemos recordar que Jesús ordenó: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Amar es la voluntad de Dios para nosotros. Él no ordenaría hacer algo para lo cual no nos capacita primero.




Pablo nos trata de enseñar, que para recibir las bendiciones de Dios y Su protección tenemos que tener un conocimiento personal de Su nombre, y tenemos que CREER y CONFESAR Su Nombre. No podemos depender de una relación con Dios a través de nuestros padres o amigos. Necesitamos tener una relación con Dios personalmente. Tenemos que ir al refugio, al lugar secreto y tomar tiempo ahí con el Señor.
Cuando tenemos problemas, ¿corremos hacia el teléfono o hacia el trono de Dios? Al principio parece ser difícil, pero tenemos que llegar al punto en nuestra vida que corramos a Dios y no a la gente. Debemos aprender a buscar a Dios en ese lugar de refugio. Aprendamos a decir, “Señor, nadie me puede ayudar ahora, sólo tú. Estoy totalmente dependiendo de ti.”


“Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación.” Salmo 91:16 Dios tiene un plan maravilloso para nosotros. Su palabra nos dice que Él tiene pensamientos de bien y no de mal para nosotros, es por eso que llenar nuestra mente y nuestro corazón de las promesas de Dios cambiará de una manera radical y poderosa nuestra vida, y verán esto muchos y también se extenderá el poder de Dios a través de nuestras vidas.Las Escrituras hablan acerca de una vida abundante, esa vida está disponible para nosotros hoy. Aunque esto no indica que no tendremos obstáculos y luchas en la vida, pero es importante creer que Jesús prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.Quitemos ahora mismo todo pensamiento tristeza, derrota, aflicción. Porque Jesús vino a sanar a los corazones heridos. Hoy es el día de salvación para ti, dice la Palabra de Dios, que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levanto de los muertos, serás salvo. Por que si Dios, con nosotros quién contra nosotros?? En Cristo Jesús somos mas que vencedores, amen, amen.


Saludos cordiales, bendiciones
Templo Cristiano Eben-ezer | ebenezertemplocristiano2009@gmail.com


Arturo Gómez Garza
Pastor Eben-ezer
arturo_gomezgza@hotmail.com | Tel. 81-35-32-01

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