Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo
Israel;
cuando oren en este lugar, también tú lo oirás
en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y
perdona
1 Reyes 8:30
“Luego se puso Salomón delante del altar de Jehová, en
presencia de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo,
dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni
abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los
que andan delante de ti con todo su corazón; que has cumplido a tu siervo David
mi padre lo que le prometiste; lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has
cumplido, como sucede en este día. Ahora, pues, Jehová Dios de Israel, cumple a
tu siervo David mi padre lo que le prometiste, diciendo: No te faltará varón
delante de mí, que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos
guarden mi camino y anden delante de mí como tú has andado delante de mí”, 1
Reyes 8:22-25
Salomón,
en actitud de sumisión y reverencia, con sus manos levantadas al cielo, frente
a su pueblo, muestra la grandeza y majestad del Dios Único, reconociendo que
Dios es Dios de pactos, el hacedor y guardador de las promesas, que cumplió la
promesa dada a su padre David. La promesa a David fue: “Si tus hijos guardan su
camino, andando delante de mí con fidelidad, con todo su corazón y con toda su
alma, no te faltará hombre sobre el trono de Israel”. 1 Reyes 2:4
Salomón
conocía el corazón de Dios y cuán grande era el amor de Él. Y su oración
continua: “Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh
Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante
de ti; que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre
este lugar del cual has dicho: Mi nombre estará allí; y que oigas la oración
que tu siervo haga en este lugar. Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu
pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu
morada, en los cielos; escucha y perdona”. 1 Reyes 8:28-30
Eso
es exactamente lo que también Daniel hizo mientras estuvo cautivo en Babilonia;
siempre abría su ventana hacia Jerusalén, y oraba hacia el Templo, y confesaba
los pecados de la nación y de él mismo. Eso es lo que debemos hacer nosotros,
orar por nuestro pueblo, confesar nuestros pecados y Él promete perdonarnos y
limpiarnos de toda iniquidad.(*)
(*) Tomado de Internet
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cordiales, bendiciones
Maná
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