Que grato es tener un amigo en tiempos de angustia, confiar en él, estar seguros de que nos brindará la mano cuando nos vea tropezar, estar confiados que el amor que nos une nos hace sentir que somos más que amigos: hermanos. Tener la certeza de que cuando yo lo necesite el siempre estará para ayudarme, prestarme su coche o su herramienta, o un poco de alimento y porqué no, hasta prestarme o ayudarme con dinero cuando a mi me hace falta.
Tener un amigo verdadero es estar seguro de que cuando yo caigo enfermo el estará allí o si por alguna razón soy preso el irá a visitarme.
Y en mis días tristes o amargos o distraídos saber que mi amigo (a) está al pendiente de mí, me habla, me visita, me da consejo, me consuela, me apoya. Esos si son amigos verdaderos.
Lo complicado de esto es que ese amigo también espera ver todo eso o más de nosotros. Allí radica la verdadera amistad, no solo lo que yo espero de mi amigo sino dar también lo que él espera de mí y más si es posible.
La regla de oro dice:
Mt. 7:12 Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos
Saludos cordiales, bendiciones
Maná para Eben-ezer
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