miércoles, julio 25, 2018

EL DESEO DE DIOS PARA LA IGLESIA



                                                                                                                                                  

Y perseverando unánimes cada día en el templo
y partiendo el pan en las casas,
comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo
y él Señor añadía cada día a la iglesia
los que habían de ser salvos
Hechos 2:46-47


El escritor del libro de los Hechos, Lucas, nos describe detalladamente cual era el ambiente que se vivía en la iglesia primitiva, la ascensión de Jesús,  cómo los apóstoles, predicaban la Palabra por dondequiera que iban. Los diáconos como Esteban y Felipe se volvieron poderosos en el Espíritu Santo y en la fe realizando grandes prodigios y señales, las personas oraban, veían ángeles, tenían visiones, eran testigos de señales y prodigios, expulsaban demonios, sanaban enfermos y proclamaban con gran valor el evangelio a pesar de la persecución y a pesar de grupos religiosos quienes se oponían a la proclamación del evangelio.

Pero lo que llamó la atención y que impactó a la comunidad donde ellos predicaban fue su manera en la que tenían comunión unos con otros. No solo tenían una relación personal con Jesús, sino que trascendía al poseer comunión unos con otros. O sea una relación interna, congregándose, orando, alabando a Dios, escudriñando las escrituras. Partiendo el pan, compartían lo que tenían; dicha conducta llamaba la atención a todos los que los rodeaban. Y dice la Palabra que cada día se añadían los que habían de ser salvos. El evangelio glorioso no solo conquistaba las almas sino que se extendía también en territorio.

El deseo de Dios para la Iglesia es que sea una Iglesia unida, transformada, guiada por el Espíritu Santo que exista un crecimiento no solamente espiritual aprendiendo de la Palabra, de Dios, orando asistiendo a la Iglesia sino que las verdades del reino muestren una vida de comunión con el Señor, hacia los hermanos en la fe y esa comunión sea tan genuina que conquiste fronteras. Como en su momento en Jerusalén, en Judea en Samaria y hasta lo último de la tierra.

El evangelio puede transformar mi vida, la de mi familia, y la de mi comunidad.

Queremos orar por ti


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