Muy probablemente en algún momento todos hemos experimentado en diferentes
niveles el sufrimiento, y buscando el significado literal de lo que es esto,
encontré que es la sensación motivada por cualquier condición que somete al
sistema nervioso al desgaste. Es un dolor o un padecimiento físico; también es la paciencia con la que se sufre o
se soporta una desgracia.
Y el sufrimiento, obviamente, no es solo de ésta
generación, al leer la Palabra de Dios podemos encontrar desde el principio,
diversas personas que lo padecieron en gran manera; y hoy quisiera enfocarme en
una de ellas y que es la mujer de flujo de sangre.
El simple hecho de imaginar a esta mujer, pienso en
el terrible sufrimiento que debió padecer ¡doce años con flujo de sangre! ¡y
sin las “comodidades” de esta época! ¿Comprendes esto? Además del desgaste físico que seguramente
debió incluir algún tipo de anemia, también hubo un deterioro espiritual,
emocional y hasta económico (ver Mar 5:26). Y un poco parafraseado (Marcos
5:27-28), dice la Palabra de Dios, que la mujer del flujo de sangre oyó de
Jesús, lo buscó, se acercó a Él creyendo que solamente Él podía sanarle, y
entonces verdaderamente aconteció el milagro que ella esperaba, ella fue
sanada; indiscutiblemente, un ejemplo de
fe cuando parecía que ya nada podría sanarle; pero hermosa promesa del Señor
es que “al que cree todo le es posible”
Marcos 9:23b.
Tal vez conoces a alguna persona o quizás algunos
de nosotros por vivencia personal, experimentamos un sufrimiento grave también,
como el de esta mujer, y nos esté generando sufrimiento, desgaste, dolor, y tengamos la necesidad en ese momento de recurrir a la búsqueda del
Señor como la última oportunidad, es decir que en medio del problema agotamos
todos nuestros recursos antes de buscar al Señor. Es algo extraño pero son esos períodos de
angustia y desesperación cuando parece que nuestra fe comienza a tomar un
impulso mayor y comenzamos entonces a oír de un Salvador que puede ayudarme a
solucionar mi problema y activándose esa fe y comenzando a crecer el deseo por
buscar de la presencia de Dios y por misericordia de Dios, y si está dentro de
sus planes y propósitos, ¡sucede el milagro!
En 2ª Corintios 1:6 dice Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas
aflicciones que nosotros también padecemos; estoy convencida que cuando
Dios tiene un propósito especial para nuestras vidas, y sobre todo cuando de
salvación se trata, Dios usa ese sufrimiento para que nosotros podamos entonces
buscarle y Él como Padre amoroso nos consolará y ayudará a salir del
sufrimiento.
Maná para Eben-ezer
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