El amor de Dios es la fuente de todo amor humano, y se esparce alrededor de sus hijos como fuego consumidor. Al amar a sus hijos, Él enciende una llama en sus corazones. Y como respuesta a tan grande privilegio, como sentimiento natural y que brota del corazón, ellos aman también a su Señor.
La realidad es que es fácil decir que amamos a Dios, porque asistimos semanalmente a la Iglesia, leemos la Biblia y oramos con regularidad. Pero si somos sinceros y reflexionamos acerca de nuestra relación con Dios, tal vez nos sorprendamos al ver que con nuestras actitudes, no demostramos ese amor tan grande que decimos sentir por Él, como muchas veces lo hemos expresado, sino que realmente le entregamos solo las migajas de nuestro amor y de nuestra vida.
El verdadero amor por Dios es aquel que ama sin reservas, sin excusas y sin condiciones. Es un amor apasionado, que aquel que lo siente se abandona por completo en los brazos de su Creador, le cree y le sigue a donde quiera que vaya. Es aquel creyente, hombre o mujer que ama a Dios y lo demuestra con su vida, amando y dando amor a los demás, como ellos mismos lo han recibido de parte de Dios. El verdadero amor por Dios es el que Él mismo Jesús demostró al obedecer al Padre, al venir a morir por ti y por mí. Esa clase de amor es indescriptible, fiel y maravilloso, y así es como tú y yo debemos amar a nuestro Señor. Él nos dio su ejemplo.
Saludos cordiales, bendiciones
Maná para Eben-ezer
Templo Cristiano Eben-ezer
ebenezertemplocristiano2009@gmail.com
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