Cuando escuchamos la palabra recompensa, la mayoría de las veces la asociamos con alguna cuestión económica o material. En nuestros estudios o en nuestros trabajos, si tenemos un buen desempeño, somos recompensados con algún reconocimiento, con un aumento en nuestro sueldo o tal vez con un ascenso. Todo eso se logra teniendo una actitud destacada, un desempeño sobresaliente y un compromiso con nosotros mismos y con las labores que desempeñamos.
En los caminos del Señor, al igual que en nuestros trabajos y/o estudios, es nuestro deber tener esa misma actitud y compromiso para trabajar en su obra, una obra que no es en vano, una obra importante en la cual Dios es nuestro jefe y superior, y que tiene el propósito de alcanzar a todas las personas que habitan este mundo.
Los reconocimientos o premios que recibamos podrán ayudarnos y nos motivaran a seguir trabajando con empeño y dedicación, pero todo ellos son temporales, pasajeros y un día se acabarán. En cambio el trabajar para el Señor es una obra que nunca para, que día tras día y en distintos lugares del mundo crece y cada día son más los que se integran a ella. Hombres y mujeres que con dedicación, esmero y entrega al Señor trabajan incansablemente para llevar las buenas nuevas de salvación a su comunidad, país y a su gente. Una obra en la que los que trabajan en ella sabe que lo que recibirán de Dios serán bendiciones y que mientras estén en esta tierra, Dios suplirá todo lo necesario para ellos y para sus familias. Creyentes comprometidos que anhelan escuchar la voz de Dios, diciéndoles que han sido fieles y que por esa fidelidad y entrega entrarán en las moradas que Él ha preparado para todos aquellos que le aman. Unas moradas donde se gozarán y se alegrarán al estar con el Dios Altísimo y donde recibirán el más sublime de los regalos y la más grande de las recompensas; la recompensa de la vida eterna. Una recompensa sin comparación.
Saludos cordiales, bendiciones
Maná para Eben-ezer
Templo Cristiano Eben-ezer
ebenezertemplocristiano2009@gmail.com
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