Somos hijos de Dios, seguimos siendo hijos de Dios, pero a veces nos perdemos por un tiempo, otros nunca vuelven, otros no pueden encontrar el camino de regreso a casa; pero Dios siempre está a la puerta por donde una vez nos salimos. La parábola del hijo pródigo en este versículo, nos indica un sentido de pertenencia. Para un Padre nunca dejaremos de ser hijos, pues Él nos ha engendrado, pero no puede hacer nada cuando hemos "muerto", cuando nos hemos querido salir, tomar nuestra herencia y dirigir nuestro propio camino. El Padre nos da libre albedrío. El Señor Jesucristo nos ha comprado a precio de sangre, hay una unión poderosísima, no se puede borrar. Siempre estará con los brazos abiertos para recibirnos, así como aquel padre que vió de lejos a su hijo que se había perdido, que lo había dado por muerto, pues no se supo más de él. Pero cuando lo encuentra, hay un tremendo gozo, hace preparar los grandes platillos y el mejor becerro, hay una gran fiesta por la felicidad de haberle encontrado vivo, bien. "Porque este MI HIJO"... Si te sientes lejos de Dios, no pienses que ya no te ama más, no pienses que ya no le importas, porque así como aquel padre lo consideraba muerto y perdido, dijo: "Mi hijo ha revivido, es hallado" "Está en casa, donde debe de estar" Dios te espera, Dios te anhela, no te tardes
Saludos cordiales, bendiciones
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Arturo Gómez Garza
Pastor Eben-ezer
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